El Trabant es un automóvil incomodo, feo, contamina demasiado y ha sido descrito muchas veces como „bujía con techo“, pero recorrer Berlín, la ex-ciudad de los espías, en estos pequeños automóviles de la antigua RDA es toda una experiencia.

El nombre Trabant significa satélite y se dice que el nombre de estos autos está inspirado en el satélite soviético Sputnik 1, el primer satélite artificial lanzado y puesto en órbita con éxito el 4 de Octubre de 1957. Mientras que el primer Trabant en dejar la fábrica VEB Sachsenring Automobilwerke Zwickau en Sajonia fue el 7 de Noviembre del mismo año.
Originalmente la idea de la creación de los Trabants fue crear una motocicleta de tres ruedas, usando un diseños de preguerra. El resultado fue un automóvil de muy bajo costo, con un motor de dos cilindros y una carrocería de materiales reciclados llamadas Duroplast o Fenoplast (resina fenólica), una mezcla de los residuos de las fábricas de algodón de la Unión Soviética con los residuos de las fabricas químicas de la RDA. El Fenoplast resultó ser un material muy durable, al igual que los Trabi, que tenian una vida útil de 28 años.
Estos vehículos casi no sufrieron cambios durante sus más de trés décadas de producción, a pesar de que los diseñadores e ingenieros de la RDA intentaron reemplazar el Trabant P601 creando nuevos prototipos más sofisticados. Pero todos fueron rechazados debido a que los prototipos necesitaban de más materias primas que ya eran escasas en Alemania oriental.

Durante el verano de 1989, después de que los húngaros tiran abajo el Telón de acero, miles de alemanes orientales con sus Trabis llenos de sus pertenencias, emprenden su peregrinación a Hungria para pasar a Europa occidental y llegar a la República Federal Alemana. Este hecho se conoció como “el sendero de los Trabi” y fue uno de los grandes símbolos de la caída del sistema socialista y del bloque soviético.
La producción de estos emblemáticos automóviles se dio por terminada en 1991 cuando la fabrica en Mosel (Zwickau) fue vendida a Volkswagen AG.

Con el paso del tiempo los Trabant se han convertido en autos de colección que se han ganado el afecto de la gente. Hoy se puede disfrutar de carreras de trabi o bien ver diseños de muebles con piezas de su carrocería. Pero de todas la formas de mantener vivos a estos históricos vehículos, mi favorita es conducirlos por la antigua Berlín oriental y pensar en como ha cambiado esa mitad de la ciudad en tan sólo dos décadas. De ser una ciudad gris, con un feo Muro que los separaba de sus familiares y de la libertad, a ser una ciudad llena de vida, colorida e incluso irreverente.
Hay que imaginar a las primeras personas que llegan a Europa occidental en sus Trabants, con la esperanza de una nueva vida, de encontrar a sus familiares, de conocer la libertad de viajar y la libertad de expresión… y lo que debe haber sido para ellos ir por las autopistas occidental y ver pasar, a toda velocidad, automóviles Mercedes Benz, Porsche y BMW entre otros. O la emoción de tirar abajo el Muro y cruzar los puntos de control con sus Trabis para celebrar con los berlineses occidentales por primera vez después de 28 años de división.

Como dije al principio, los Trabant son feos, de colores aburridos y muy incómodos de conducir, pero están llenos de emoción, por que ellos fueron testigos de la nueva esperanza que trajo al mundo entero la caída del Muro de Berlín.